Jaume Martínez Bonafé
Cuando parecía que no íbamos a poder salir del encefalograma plano y del imparable tsunami electoral del Fondo Monetario Internacional y el Banco de Santander (en versión bipartidista) llegaron los jóvenes y tomaron la voz y la palabra. Y empezó una extraordinaria pedagogía popular que inundó las plazas de las ciudades y nos dejó a todos con los ojos a cuadros y el corazón revuelto. Ha sido -está siendo- un hermoso ejemplo de que la política es otra cosa, más allá del espectáculo y la manipulación mediática. No se que habrá pasado y qué estará pasando cuando este texto salga a la luz. Pero eso es lo formidable. Un autentico curriculum de proceso, en el que día a día se sucede la reinvención del lenguaje, se multiplican las redes y ser concretan las ilusiones colectivas. Veo en la plaza de mi ciudad a estudiantes que han sido o son alumnos míos. Les veo aplaudir sin hacer ruido, cuestionar sin irritarse con nadie, cambiar el rollo mientras sonríen con los brazos, dibujar sin tiralíneas y escribir sin dictados. Veo una cola inmensa para querer decir ante un micrófono y construir el texto de la voz pública. La ciudad tiene una escuela y los temas y proyectos que en ella se trabajan llegan hasta las cenas familiares, las colas en el supermercado o el café en la oficina. En la televisión ondean las banderas azules de la demagogia, pero se cuela en la pantalla la imagen de miles de personas que en vez de agitar banderas monocolores juegan con el caleidoscopio de las ideas, siempre plurales, necesariamente diversas, saludablemente nacidas de la voz propia, para constituir con todas ellas una química de poder democrático, de libertad y de inteligencia.
En la escuela de la plaza no hay cátedras, ni libros de texto, ni temarios cerrados, ni exámenes finales, ni pruebas Pisa, ni objetivos operativos, ni competencias. No hay listos ni torpes, ni profes paliza, ni inspectores. Tampoco hay absentismo, ni privilegios, ni créditos, ni sexenios. Porque la escuela de la plaza es la escuela de la vida, y en la vida no se puede perder un sólo minuto en todas esas tonterías.
(El texto lo publiqué en plena movida 15M. No me gustaría pensarlo como antiguo)
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