sábado, 11 de junio de 2011
martes, 7 de junio de 2011
La escuela en la plaza
Jaume Martínez Bonafé
Cuando parecía que no íbamos a poder salir del encefalograma plano y del imparable tsunami electoral del Fondo Monetario Internacional y el Banco de Santander (en versión bipartidista) llegaron los jóvenes y tomaron la voz y la palabra. Y empezó una extraordinaria pedagogía popular que inundó las plazas de las ciudades y nos dejó a todos con los ojos a cuadros y el corazón revuelto. Ha sido -está siendo- un hermoso ejemplo de que la política es otra cosa, más allá del espectáculo y la manipulación mediática. No se que habrá pasado y qué estará pasando cuando este texto salga a la luz. Pero eso es lo formidable. Un autentico curriculum de proceso, en el que día a día se sucede la reinvención del lenguaje, se multiplican las redes y ser concretan las ilusiones colectivas. Veo en la plaza de mi ciudad a estudiantes que han sido o son alumnos míos. Les veo aplaudir sin hacer ruido, cuestionar sin irritarse con nadie, cambiar el rollo mientras sonríen con los brazos, dibujar sin tiralíneas y escribir sin dictados. Veo una cola inmensa para querer decir ante un micrófono y construir el texto de la voz pública. La ciudad tiene una escuela y los temas y proyectos que en ella se trabajan llegan hasta las cenas familiares, las colas en el supermercado o el café en la oficina. En la televisión ondean las banderas azules de la demagogia, pero se cuela en la pantalla la imagen de miles de personas que en vez de agitar banderas monocolores juegan con el caleidoscopio de las ideas, siempre plurales, necesariamente diversas, saludablemente nacidas de la voz propia, para constituir con todas ellas una química de poder democrático, de libertad y de inteligencia.
En la escuela de la plaza no hay cátedras, ni libros de texto, ni temarios cerrados, ni exámenes finales, ni pruebas Pisa, ni objetivos operativos, ni competencias. No hay listos ni torpes, ni profes paliza, ni inspectores. Tampoco hay absentismo, ni privilegios, ni créditos, ni sexenios. Porque la escuela de la plaza es la escuela de la vida, y en la vida no se puede perder un sólo minuto en todas esas tonterías.
Cuando parecía que no íbamos a poder salir del encefalograma plano y del imparable tsunami electoral del Fondo Monetario Internacional y el Banco de Santander (en versión bipartidista) llegaron los jóvenes y tomaron la voz y la palabra. Y empezó una extraordinaria pedagogía popular que inundó las plazas de las ciudades y nos dejó a todos con los ojos a cuadros y el corazón revuelto. Ha sido -está siendo- un hermoso ejemplo de que la política es otra cosa, más allá del espectáculo y la manipulación mediática. No se que habrá pasado y qué estará pasando cuando este texto salga a la luz. Pero eso es lo formidable. Un autentico curriculum de proceso, en el que día a día se sucede la reinvención del lenguaje, se multiplican las redes y ser concretan las ilusiones colectivas. Veo en la plaza de mi ciudad a estudiantes que han sido o son alumnos míos. Les veo aplaudir sin hacer ruido, cuestionar sin irritarse con nadie, cambiar el rollo mientras sonríen con los brazos, dibujar sin tiralíneas y escribir sin dictados. Veo una cola inmensa para querer decir ante un micrófono y construir el texto de la voz pública. La ciudad tiene una escuela y los temas y proyectos que en ella se trabajan llegan hasta las cenas familiares, las colas en el supermercado o el café en la oficina. En la televisión ondean las banderas azules de la demagogia, pero se cuela en la pantalla la imagen de miles de personas que en vez de agitar banderas monocolores juegan con el caleidoscopio de las ideas, siempre plurales, necesariamente diversas, saludablemente nacidas de la voz propia, para constituir con todas ellas una química de poder democrático, de libertad y de inteligencia.
En la escuela de la plaza no hay cátedras, ni libros de texto, ni temarios cerrados, ni exámenes finales, ni pruebas Pisa, ni objetivos operativos, ni competencias. No hay listos ni torpes, ni profes paliza, ni inspectores. Tampoco hay absentismo, ni privilegios, ni créditos, ni sexenios. Porque la escuela de la plaza es la escuela de la vida, y en la vida no se puede perder un sólo minuto en todas esas tonterías.
CURRICULUM BASURA
Jaume Martínez Bonafé
Hay canciones que son un bodrio, portadas de revistas del corazón que parecen escritas con el pene, o programas de televisión vomitivos. Hay declaraciones de futbolistas famosos del mismo nivel cultural que los zapatos acharolados de una tal Belén Esteban. Hay comida basura que es cultura basura como hay prácticas culturales que parecen alimentos para los cerdos. Hay declaraciones de políticos que parecen hechas por toreros y declaraciones de toreros que parecen las de un asesor de la Iglesia Adventista del Noveno día. Y así sucesivamente.
Ustedes me dirán: ¿y qué tiene que ver esto con la pedagogía? Me dirán que sí, que el otro día vieron un programa en la televisión a la hora de la cena y luego no podían dormir, y que le pillaron a su hija adolescente una revista para adolescentes que era pura pornografía disfrazada de declaraciones de famosos. Pero, ¿qué tiene que ver esto con la pedagogía?
Mi propuesta es que pensemos estas prácticas sociales y culturales como curriculum, es decir, como programas, dispositivos y artefactos de producción de identidad; y que tomemos conciencia que hay un curriculum basura productor de identidades basura. Podemos continuar encerrados en el aula, envueltos en el aura descolorida de saber fragmentado y pertrechados de un libro de texto que pretende encerrar en un par de kilos un conocimiento liofilizado (me he entretenido con la definición de liofilización en Wikipedia y me ha parecido una divertida metáfora de la pedagogía escolástica). Podemos continuar así, digo, pero mientras tanto otras formas de cultura y representación, de textualidad y selección de lo socialmente relevante, otros discursos de experiencia y subjetivación, vienen a ocupar y disputar el deseo y la producción de subjetividad. La pedagogía está también en la calle y la educación escolar no puede ignorar por más tiempo ese otro curriculum. La escuela debe enseñar a interpretar la vida y proveer de herramientas para reciclar su inmundicia. Pero leer la vida es un infinitivo presente y una posibilidad de futuro; nunca el pretérito cadáver cortadito en lonchas y guardado en un congelador que es hoy el curriculum escolar.
Publicat a Cuadernos de Pedagogía nº 409, febrero 2011
Hay canciones que son un bodrio, portadas de revistas del corazón que parecen escritas con el pene, o programas de televisión vomitivos. Hay declaraciones de futbolistas famosos del mismo nivel cultural que los zapatos acharolados de una tal Belén Esteban. Hay comida basura que es cultura basura como hay prácticas culturales que parecen alimentos para los cerdos. Hay declaraciones de políticos que parecen hechas por toreros y declaraciones de toreros que parecen las de un asesor de la Iglesia Adventista del Noveno día. Y así sucesivamente.
Ustedes me dirán: ¿y qué tiene que ver esto con la pedagogía? Me dirán que sí, que el otro día vieron un programa en la televisión a la hora de la cena y luego no podían dormir, y que le pillaron a su hija adolescente una revista para adolescentes que era pura pornografía disfrazada de declaraciones de famosos. Pero, ¿qué tiene que ver esto con la pedagogía?
Mi propuesta es que pensemos estas prácticas sociales y culturales como curriculum, es decir, como programas, dispositivos y artefactos de producción de identidad; y que tomemos conciencia que hay un curriculum basura productor de identidades basura. Podemos continuar encerrados en el aula, envueltos en el aura descolorida de saber fragmentado y pertrechados de un libro de texto que pretende encerrar en un par de kilos un conocimiento liofilizado (me he entretenido con la definición de liofilización en Wikipedia y me ha parecido una divertida metáfora de la pedagogía escolástica). Podemos continuar así, digo, pero mientras tanto otras formas de cultura y representación, de textualidad y selección de lo socialmente relevante, otros discursos de experiencia y subjetivación, vienen a ocupar y disputar el deseo y la producción de subjetividad. La pedagogía está también en la calle y la educación escolar no puede ignorar por más tiempo ese otro curriculum. La escuela debe enseñar a interpretar la vida y proveer de herramientas para reciclar su inmundicia. Pero leer la vida es un infinitivo presente y una posibilidad de futuro; nunca el pretérito cadáver cortadito en lonchas y guardado en un congelador que es hoy el curriculum escolar.
Publicat a Cuadernos de Pedagogía nº 409, febrero 2011
domingo, 5 de junio de 2011
Per culpa de la dentista
Jaume Martínez Bonafé.
Vaig seure al silló de la meua dentista a les 9,30 del matí, així que poc després de les 10 em trobava caminant una mica aturdit pels jardins del Riu Túria. Ensopeguí amb la porta de l’IVAM i vaig gaudir de la ironia surrealista de Pierre Alechinsky. Teles i papers amb bestiaris inquietants i una forma de dibuix humorístic que em recordava molt l’expressionisme infantil de la meva filla i les seves amiguetes quan juguen a casa amb els rotuladors i la tempera. A la caixa de la llibreria vaig deixar-me més de set mil peles entre la “Breve historia del mundo” de Gombrich, “El ascenso de la insignificancia” de Castoriadis i un CD de Lluís Miquel que encar no tenía. Per recuperar-me vaig anarme’n a la cafeteria del Centre Valencià de Cultura Mediterrània La Beneficència a fer-me un tallaet al seu claustre tranquil i solejat. Després vaig veure una interessant col.lecció de “socarrats” i a la llibreria li comprí un a Leticia, una estudiant mexicana de Michoacán que investiga sobre la formació del professorat basada en la reflexió sobre els problemes de la práctica. Caminí després pel barri gòtic valencià, prèvia observacio que al retaule de la porta de Valldigna no era al seu lloc. Desconec des de fa quan de temps, ni quins son els motius. Observe que el barri es recupera poc a poc segons el ritme interessat de l’especulació urbanistica. La cúpula de la Verge mostra un panorama inquietant tota forrada d’un mecano d’alumini. I a la porta de la catedral es cel.lebrava el Tribunal de les Aigües. Quart, Mislata, Favara i Rovella a la dreta del riu, i Tormos, Mestalla i Rascanya, a l’esquerra, per fertilitzar una horta que estàn matant. Pur teatre, quasi, per l’objectiu de la càmara dels turistes i d’un grup d’adolecents d’un institut alacantí. Camine per Comedies i el Carrer el Mar i em crida l’atenció l’auge del comerç dels antiquaris. Aquella vella tenda de comestibles, en que he comprat més d’un bocata en la meva joventut és ara un elegant establiment que -diuen- compra i ven objectes del segle XVIII. La metamorfosi de la ciutat lluita contra la memòria obstinada. Més endanvant, al Parterre em detinc a saludar als companys i companyes de la plataforma Salvem el Cabanyal,que estàn a la carpa en vaga de fam, i li done una forta abraçada a Josep Vicent Marqués, que va recupertant-se ple de vida i de ganes de viure-la. Xarrem una bona estona del mon que vivim i del mon que voldriem viure.
Mentres feia les darreres pases d’aquesta insospitada deriva urbana, camí de la Facultat, pensava en els xiquets a l’escola. I amb els mestres. Embolicats amb la rutinaria problematicitat de les matemàtiques i la llengua. Un dia i un altre, amb les histories repetides d’un mon molt allunyat de les emocions i els interessos propers. Una dia i un altre, amb la sectorial i fragmentada hegemonía de la cultura del cientifisme academicista. Al marge de la vida.
Segurament pensareu que és aquesta la reflexió del privilegi. Fins i tot hi ha qui pensarà que no m’he recuperat encara dels efectes de l’odontología. No és això. Es, més simplement, la crònica d’una possiblitat educativa, i la seva reivindicació. La vida de l’escola i l’escola de la vida: una mateixa voluntat educativa. Pot ser el curriculum hauria d’estar menys pre-fixat i sometres una mica més a l’aventura de la deriva. Això si, sense necessitat de pasar prèviament per l’experiència traumàtica de la dentista.
(Publicat a All i Oli, Abril/2000)
Vaig seure al silló de la meua dentista a les 9,30 del matí, així que poc després de les 10 em trobava caminant una mica aturdit pels jardins del Riu Túria. Ensopeguí amb la porta de l’IVAM i vaig gaudir de la ironia surrealista de Pierre Alechinsky. Teles i papers amb bestiaris inquietants i una forma de dibuix humorístic que em recordava molt l’expressionisme infantil de la meva filla i les seves amiguetes quan juguen a casa amb els rotuladors i la tempera. A la caixa de la llibreria vaig deixar-me més de set mil peles entre la “Breve historia del mundo” de Gombrich, “El ascenso de la insignificancia” de Castoriadis i un CD de Lluís Miquel que encar no tenía. Per recuperar-me vaig anarme’n a la cafeteria del Centre Valencià de Cultura Mediterrània La Beneficència a fer-me un tallaet al seu claustre tranquil i solejat. Després vaig veure una interessant col.lecció de “socarrats” i a la llibreria li comprí un a Leticia, una estudiant mexicana de Michoacán que investiga sobre la formació del professorat basada en la reflexió sobre els problemes de la práctica. Caminí després pel barri gòtic valencià, prèvia observacio que al retaule de la porta de Valldigna no era al seu lloc. Desconec des de fa quan de temps, ni quins son els motius. Observe que el barri es recupera poc a poc segons el ritme interessat de l’especulació urbanistica. La cúpula de la Verge mostra un panorama inquietant tota forrada d’un mecano d’alumini. I a la porta de la catedral es cel.lebrava el Tribunal de les Aigües. Quart, Mislata, Favara i Rovella a la dreta del riu, i Tormos, Mestalla i Rascanya, a l’esquerra, per fertilitzar una horta que estàn matant. Pur teatre, quasi, per l’objectiu de la càmara dels turistes i d’un grup d’adolecents d’un institut alacantí. Camine per Comedies i el Carrer el Mar i em crida l’atenció l’auge del comerç dels antiquaris. Aquella vella tenda de comestibles, en que he comprat més d’un bocata en la meva joventut és ara un elegant establiment que -diuen- compra i ven objectes del segle XVIII. La metamorfosi de la ciutat lluita contra la memòria obstinada. Més endanvant, al Parterre em detinc a saludar als companys i companyes de la plataforma Salvem el Cabanyal,que estàn a la carpa en vaga de fam, i li done una forta abraçada a Josep Vicent Marqués, que va recupertant-se ple de vida i de ganes de viure-la. Xarrem una bona estona del mon que vivim i del mon que voldriem viure.
Mentres feia les darreres pases d’aquesta insospitada deriva urbana, camí de la Facultat, pensava en els xiquets a l’escola. I amb els mestres. Embolicats amb la rutinaria problematicitat de les matemàtiques i la llengua. Un dia i un altre, amb les histories repetides d’un mon molt allunyat de les emocions i els interessos propers. Una dia i un altre, amb la sectorial i fragmentada hegemonía de la cultura del cientifisme academicista. Al marge de la vida.
Segurament pensareu que és aquesta la reflexió del privilegi. Fins i tot hi ha qui pensarà que no m’he recuperat encara dels efectes de l’odontología. No és això. Es, més simplement, la crònica d’una possiblitat educativa, i la seva reivindicació. La vida de l’escola i l’escola de la vida: una mateixa voluntat educativa. Pot ser el curriculum hauria d’estar menys pre-fixat i sometres una mica més a l’aventura de la deriva. Això si, sense necessitat de pasar prèviament per l’experiència traumàtica de la dentista.
(Publicat a All i Oli, Abril/2000)
La llengua de l'amo
Jaume Martínez Bonafé
Ha estat una de les mogudes cíviques, culturals i pedagògiques de les que ens podiem sentir més orgullosos. Han estat molts anys d'esforços, treball i militància per anar fent visible la normalitat d'ús del valencià entre els valencians i valencianes. Ha estat un treball preciós del moviment de mestres i un compromis admirable de les families, i bona traducció d'això és Escola Valenciana. Ha estat un projecte de politica pública i un projecte del poble, d'una veu assumida pel poble, en el sentit dels versos d'Estellés. Ha estat un moviment, que movent-se ha anat trobant les dreceres i camins per continuar avançant. Ha estat i és, ara mateix.
Però l'amo ha parlat: "Chaval, déjate de chorradas. Mis clientes piden otra cosa. Menos tonterías sobre la raíz cultural y vamos donde está el negocio. Vamos a por la excelencia, nuestra excelencia. Cámbiame la ley y vamos a ir cambiando el curso de la historia. Yo te dictaré el curriculum". És la veu de l'escola privada d'elit. Eixa que també mamà la llet dels diners públics, i no en te prou. És el discurs d'un projecte cultural per a la reproducció de la desigualdat social. Tots no som iguals, venen a dir. I jo tinc una escola només pels millors. I els millors són sempre els que tenen la pasta. Això venen a dir. I el valencià els molesta. ¿No vau vore els videos de l'autoodi? "Perdonad si se me escapa alguna en valenciano!"
Ai! Ara recorde les classes clandestines de valencià a l'Escola de Magisteri a l'inici dels 70. Ens teniem que amagar! Ha estat una passa de gegant. Tu saps, mestre, mestra, que el teu alumnat ha fet l'escolarització en valencià, i parla i escriu perfectament el castellà i pot parlar i escriure qualsevol altra llengua, de la mateixa manera que sap resoldre un problema de matemàtiques, interpretar un mapa o analitzar un fet històric. És el nostre treball, el treball de mestres, families i estudiants. I el podem fer dignament. Per això és indignant tenir governants que gestionen l'administració pública al dictat de la voz de su amo. Doncs a les places de les principals ciutats la veu indignada ha començat a pensar politiques de resistència i disenyar formes actives d'anar fent possible altra política. Sumem també aquest particular indignació a les múltiples particulars indignacions de molts ciutadans i ciutadanes. Això de que un s'alce del llit amb el peu dret, estire els braços, mire per la finestra i diga: hoy voy a hacer una ley! s'ha d'acabar per sempre.
Publicat a L'All i Oli.
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