martes, 14 de enero de 2014

APUNTES BIOGRÁFICOS (1)

Por qué decidí estudiar Magisterio.
Nací en el seno de una familia humilde de la pequeña burguesía agraria valenciana. Hice toda mi escolarización obligatoria en las escuelas del Estado, en plena dictadura franquista. Aquella primera experiencia escolar la recuerdo con miedo y con horror. Los castigos físicos eran una práctica cotidiana, el maestro nos golpeaba con una vara preparada de una rama de un árbol del patio de la escuela, o con el cinturón del pantalón. Nunca borraré de mi memoria la imagen de aquel energúmeno cogiendo la cabeza de un niño y golpeándola reiteradas veces contra la pizarra, donde había un error en una división que realizaba este chaval. Parecía que quisiera meterle los números en la cabeza a fuerza de golpes. Era puro terrorismo, acompasado por los himnos fascistas que cantábamos a diario al inicio de cada jornada. Cara al sol, Prietas las filas, y en mayo el Venid y vamos todos con flores a María. Para mi fue una verdadera liberación escapar hacia el trabajo y el estudio nocturno. Era escapar del aburrimiento, el terror y el sinsentido. Mi maestro era uno de esos alférez provisional durante la guerra, reconvertido a la enseñanza para ocupar las vacantes que habían dejado los maestros republicanos expulsados, deportados o fusilados por la derecha golpista. Su enseñanza era puro adoctrinamiento falangista. Gracias a estos profesionales del terror durante algunos años de mi infancia mis héroes fueron Santa Teresa, José Antonio, el Cid Campeador y el General Moscardó, que si no recuerdo mal prefirió dejar morir a su hijo antes que entregar una plaza militar a los rojos. En fin, pura bazofia cultural que había que digerir entre el juego de las canicas, la trompa, o el churro va. No teníamos ni futbol decente, porque se jugaba en la calle, y los balones de reglamento se los dejaban los Reyes sólo a los niños ricos. Así que le dábamos una patada a un balón de verdad de uvas a peras.

A los dieciséis años empecé a trabajar en una fábrica de conservas, y continuaba estudiando en el Instituto nocturno. Llegaba a casa pasadas las once de la noche con un hambre de lobos. En aquella fábrica entre en contacto con una célula anarquista que operaba en la clandestinidad. Empecé a asistir a reuniones, viajé a Perpignan y París, al tiempo que devoraba la prensa y los libros que me dieron a conocer las posibilidades de un mundo alternativo más justo y solidario. Y creo que decidí estudiar magisterio por culpa del anarquismo. Quería ser como Ferrer Guardia, quería fundar una escuela racionalista y sabía además que la revolución no consistía sólo en cambiar la propiedad de los medios de producción, que era necesario cambiar también las cabezas y los corazones de las gentes, y ahí la escuela tenía un papel fundamental. Pero creo que en mi decisión militante de ser un maestro libertario tuvo una influencia determinante la huella en mi memoria de la escuela que padecí durante la Dictadura; de esa huella nació la rabia y el deseo de una pedagogía basada en todo lo contrario de lo que yo había vivido en aquellas aulas del terror.

1 comentario:

  1. Mi querido Maestro,

    no conocía el origen de tu voluntad de ser maestro y me alegro de descubrirlo precisamente hoy, día en que ha iniciado el difícil proceso de elección del centro en el que estudiará mi hijo Manu el próximo curso escolar y en el que pensaba en ti al salir de visitar Escuela 2. Me preguntaba qué aconsejarías a unos padres que quieren ofrecer a sus hijos la posibilidad de estudiar en un centro en el que se inculcan valores opuestos a los que acabas de describir, un centro en el que se acompaña de la mejor forma a los niños y a las niñas en ese gran desafío que es crecer, escuchando sus emociones, dando espacio a la creatividad, motivando al aprendizaje activo y trabajando para garantizar la felicidad de los alumnos y las alumnas.

    Mientras visitaba ese centro comparaba lo que veía con lo que yo recibí en mi infancia y recordaba la suerte que tuvimos algunos niños y niñas de tenerte como maestro porque tú también lograste ese objetivo. Recuerdo la sorpresa que supuso para nosotrxs descubrir que en tu clase de historia no había exámenes y pasarnos el curso entero estudiando sólo dos temas ("la revolución francesa" y "la revolución industrial"). Fuiste el primero a quien llamamos por tu nombre de pila sin anteponerle el "Don" y a mi, catorceañera con suerte, me sugeriste ir alguna vez durante tu horario de clase a escuchar conferencias sobre temas como "el sexismo en el lenguaje" o "el sexismo en el juego" (hablamos del año 1985...).

    Con esto quiero confirmar que “esa rabia y el deseo de una pedagogía basada en todo lo contrario de lo que yo había vivido en aquellas aulas del terror” dieron sus frutos y regalaron a quienes tuvimos la suerte de contar contigo como maestro no sólo la posibilidad de conocer formas distintas de aprender muy alejadas de la habitual, sino sobre todo conseguiste “cambiar también las cabezas y los corazones de las gentes”.

    Fins molt prompte espere, una abraçada ben forta,

    Beatriu

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